
Salud mental:
nuestro problema
Un reportaje sobre la salud mental en la juventud

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La salud mental empieza a estar en voz de todos, no sin tiempo, pero los avances, aunque paulatinos y casi con miedo y a escondidas, se empiezan a entrever. Esto es algo necesario, pero los datos no acompañan y, pese a la existencia de algunas pequeñas victorias, aún no hay nada que celebrar.
La pandemia lo precipitó todo y fue la principal responsable de que se hablase con más esfuerzo de una problemática mayor y que llevaba mucho tiempo pidiendo a gritos ser escuchada, como ya demandaban antes muchos profesionales. Ahora, la pandemia pasó.
Los virus, aunque invisibles, se vencen. Las vacunas y nuestro sistema inmune se las apaña para sobrevivir y vencer a la infección a través de la memoria defensiva de los anticuerpos, pero, la verdadera epidemia, mucho más interna, enraizada y ante la cual nadie está a salvo, se está abriendo paso y los jóvenes son uno de los colectivos más afectados. No se contagia, pero es mucho más agresiva, sobre todo, por la fuerte estigmatización que sufren los enfermos y los escasos sistemas que hay de ayuda.
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Una de las razones por las que los jóvenes son un foco vulnerable, es su presencia continua en las redes sociales y como estás se han convertido en una auténtica arma de doble filo que tanto nos puede acercar como separar completamente. Hay que poner la mirada sobre las redes e internet, ser autocríticos y cuestionarnos nuestra presencia en ellas, sabiendo que también tienen algunos beneficios.
Hablar de salud mental es el primer paso, y sin duda el más importante. Debe ocupar titulares. Debe ser una preocupación social. De las autoridades gobernantes y de las personas a pie de calle. Mirar hacia otro lado es un ejemplo más de sociedad egoísta y arcaica atascada en una forma de pensar obtusa y obsoleta. Hay que derribar los estigmas, incluso médicos. La pandemia puede funcionar como excusa para madurar y despertar la empatía de una sociedad occidental que se ha refugiado demasiado tiempo en el individualismo y vive prisionera del hambre del dinero y la competencia descarnada del capitalismo.
La pandemia que sacó a la luz otra pandemia
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Los datos impresionan: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el primer año de la pandemia hubo un aumento del 25% de los trastornos de ansiedad y depresión, alcanzando 1000 millones de personas que ya sufren algún problema de salud mental.
Cálculos presentados este año en el Informe Mundial sobre Salud Mental de la organización, indican que una de cada ocho personas en el planeta sufre algún trastorno asociado a la mente. Otro punto a resaltar es que los trastornos varían en función del sexo y la edad, aunque la ansiedad y la depresión sigan siendo los más comunes, tanto en hombres como en mujeres.
La entidad subraya que la salud mental existe en un “complejo proceso continuo, con experiencias que abarcan desde un estado óptimo de bienestar hasta estados debilitantes de gran sufrimiento y dolor emocional”. Por tanto, en este contexto de dolor y sufrimiento, se plantea el impacto mental destructivo de la pandemia, que para los representantes de la organización ha generado una “crisis mundial de salud mental, alimentando el estrés a corto y largo plazo, y socavando la salud mental de millones de personas”.
Agustín Gallo, psicólogo y especialista en infancia y adolescencia sobre la pandemia.
Angustia, estrés y problemas de sueño
En el mismo sentido de conocer cómo han sido afectados los jóvenes durante la pandemia, la Comunidad de Madrid ha publicado un estudio con madrileños de 14 a 30 años, llevado a cabo entre septiembre y octubre del año pasado. Los investigadores constataron, entre otras conclusiones, que el confinamiento y las restricciones a la movilidad “han provocado sentimientos de soledad, aislamiento y ansiedad social, especialmente en el rango de 25 a 30 años”.
Por otro lado, se han detectado cambios en el cuidado de la salud, principalmente con la normalización de hábitos saludables, como la práctica de deportes o ejercicio físico. Parte de los entrevistados han mencionado, también, sufrir de angustia, estrés y problemas de sueño y de miedos, cambios de humor, ansiedad, tristeza.

Foto: Equipo A Tempo
La salud mental y las redes sociales
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Las redes sociales forman parte de nuestras vidas como el comer. Un 80% de las personas entre 16 y 70 años las usan diariamente, y la edad de comienzo en ellas es cada vez más temprana. Son nuestra ventana para enseñarle al mundo quienes somos y qué hacemos. Tanto pueden acercarnos como alejarnos. Son una dinastía ambivalente de comunicación que nos permite estar cerca de nuestros seres queridos o incluso sentir apoyo emocional de otra gente que ni conocemos, pero también puede generarnos estrés, ansiedad, depresión y otros trastornos más graves que empujan a mucha gente hacia un abismo del que se vuelve complicado salir, por no hablar de la falta de protección que existe en las redes para proteger a los usuarios más jóvenes.
Aunque es cierto que la salud mental cada vez está más en el foco y se empieza a conseguir normalizar y desestigmatizar estos problemas de los que nadie está libre de caer en ellos. Los pasos que se están dando son importantes, porque son los primeros, pero el camino todavía es muy largo, lleno de curvas, puentes, montañas y queda mucho tramo aún por recorrer. En los últimos 25 años en la gente joven ha crecido un 70% el estrés y la ansiedad.
La imagen que se proyecta en las redes sociales suele ser la de un escenario idílico y fantasioso. Irreal en esencia, pero caprichoso y atractivo en su corteza más influyente. Es fácil dejarse llevar por la corriente de la aceptación. Muchas veces en las redes sociales de una persona se muestran los primeros síntomas de que algo va mal. Vamos dejando pistas inconscientemente de nuestro estado de ánimo. Las redes sociales se parecen más a una película que a una realidad. Están llenas de momentos perfectos. De estereotipos, de imágenes adulteradas, etc… Muchas veces (sino siempre) es pura ficción.
Agustín Gallo, psicólogo y especialista en infancia y adolescencia sobre las redes sociales
Las redes sociales recogen momentos de nuestras vidas pero no son la vida misma. El hecho de guardarnos para nosotros nuestros días tristes, nuestros momentos más bajos, convierte las redes en un éden al que aspirar. Un edén maldito, inalcanzable y brutal en sus exigencias. Un falso oasis que no es más que un espejismo fruto del desierto más árido. La imagen es poder y si sentimos que lo tenemos, comienza una relación de dependencia y, como muchos médicos señalan, el efecto en el cerebro es parecido al de las drogas, ya que afecta a las mismas partes del cerebro que lo hacen estas últimas. Hablamos, entonces, de una adicción que ya sufren el 5% de los jóvenes.
Los jóvenes (en su mayoría), llenos de expectativas, faltos de experiencia y una cabeza aún por amueblar son el blanco perfecto para que, poco a poco, queden sumidos en este falso paraíso del que no apartar el ojo. Un engaño, una ilusión. Un juego que ejerce relaciones de poder. Tiene ganadores y perdedores y crea víctimas.
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Se ha extendido la idea de que si no apareces en redes es que no vives, no estas haciendo nada, estás como muerto. El miedo a perderse algo por estar desconectado es una ansiedad creciente entre los jóvenes. Todo puede viralizarse. Todo puede explotar en cualquier momento. Hay un estrés emocional nunca visto hasta ahora.
Las redes sociales pueden ejercer una presión social insostenible sobre los jóvenes y crean mundos totalmente irreales que se sienten próximos y a los que parece que tenemos que aspirar, cuando lo más probable es que estén rodeados de trucos y mentiras. Son mundos de plástico, acartonados y que no representan más realidad que una adulterada y medida hasta la saciedad.
Suicidios
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El suicidio es el acto de poner fin a la vida propia; en muchos casos, la última opción. En España ha alcanzado cifras récord en el año 2020, con un total de 3.941 fallecidos. Si bien es cierto que la pandemia del COVID-19 y los enormes cambios que trajo consigo han afectado enormemente en la ciudadanía y, claro está, en su salud mental, sólo este hecho no explica que las cifras se hayan disparado de tal manera, aumentado casi 8% en sólo un año. Otro síntoma más de que la pandemia funcionó como un altavoz de un problema anterior. La sociedad no enfermó con la pandemia, ya estaba enferma.
De la misma forma, vemos cómo el número de suicidios en mujeres supera, por primera vez en la historia, la barrera de los 1.000 fallecimientos, lo cual debería ayudar a hacer saltar las alarmas. La depresión o el trastorno límite de personalidad son dos de las enfermedades mentales que más empujan al suicidio por la propia naturaleza de la enfermedad: cambios drásticos en la percepción de la realidad, de uno mismo y su imagen, de la gente que lo rodea, pérdidas de apetito, dificultad para manejar emociones, patrones de relaciones inestables. En resumidas cuentas, acaban con la vitalidad de quienes la padecen, los matan en vida.
Por desgracia, este drama social y sanitario es algo mundial. De hecho, España presenta una de las tasas de suicidio más bajas de toda Europa: 8,3 suicidios por cada 100.000 habitantes (sólo Reino Unido, con 8,20, e Irlanda, con 7,86, presentan tasas más bajas), lo que resulta realmente preocupante es porque en España se están batiendo récords en este aspecto, por lo que no es esperanzador pararse a pensar cuales serán los países, sólo en Europa, que presenten los datos más alarmantes, los cuales caen en Bielorrusia (22,76), Lituania (21,7) y Ucrania (21,19).
El suicidio se cobra, anualmente, la vida de 700.000 personas a nivel global, y esta cifra no hace más que ascender cada año. Es más, según datos de la OMS del año 2021, una de cada cien mil muertes es por suicidio, lo cual, si bien puede parecer una cifra no muy significativa, sí que resulta en un problema real para la salud pública. La OMS reconoce, desde el año 2014, la prevención del suicidio como una “prioridad para la salud pública”, y para ello elabora un informe anual titulado “Prevención del suicidio: un imperativo global”, cuyo objetivo es aumentar la sensibilización respecto de la relevancia del suicidio y los intentos de suicidio para la salud pública, así como otorgar la máxima prioridad a su prevención en los programas mundiales de salud pública.
Jóvenes afectados
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Es importante saber que cada historia es una persona. Por lo tanto, dentro de esta problemática de salud mental, cada historia cuenta. Uno de los valores que no ha dejado la pandemia es saber, con mayor contundencia, la importancia preponderante de la salud mental en los individuos. Todo aquello que se ha pasado por alto no puede mirarse, otra vez, con la misma indiferencia. Esto se da de manifiesto, cuando vemos y analizamos los fríos números que no representan las historias detrás de ellos.
Se dice que cada persona es un mundo. Y cada mundo puede ser muy pesado si no se atiende preventivamente. Por eso, hay que estar atentos a las señales, tanto propias como ajenas, que nos pueden advertir sobre un problema de salud mental. Necesitamos como sociedad ser más comprensivos sobre esto y poder expresarlo libremente. No debe haber más gente tomada por “loca” ni mirar por arriba del hombro a alguien que sufre alguno de estos padecimientos.
Sin duda, los afectados son los protagonistas de esta problemática.Son la masa en la que cargan las responsabilidades. Son los “sin voz”. Son estigmatizados. Son, sobre todo, un colectivo anónimo. Son los que cargan con estos males y no pueden visualizarlo. Son Jóvenes. Son mayores. Somos todos.
El punto de vista de los jóvenes
Eliana Martíns, coordinadora del Colegio Oficial de Psicoloxía de Galicia
Historias concretas
Entrevista a una persona con trastorno de ansiedad generalizado

P: ¿Qué motivo ha sido el que más ha influido en tu trastorno?
E.S: En mi caso fueron varios factores. Fue una época en la que mi autoestima era totalmente nula, me veía como una persona totalmente inútil y mi situación estudiantil no ayudaba, dejé la carrera que estaba estudiando porque no me motivaba y a partir de ahí mi futuro académico fue totalmente incierto lo que me provocó que me sintiera aún peor y sin ganas ni motivación de seguir adelante.
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P: ¿Has ido alguna vez al psicólogo o has recibido tratamiento psiquiátrico? ¿Por qué?
E.S: Sí, a 3 psicólogos. Primero fui al que me proporcionó la seguridad social pero tuve una mala experiencia, después en la Rioja fui a la que fue mi primera psicóloga privada, María. Ella me ayudó mucho con mi ansiedad. Actualmente como ya no estoy en la Rioja voy a otro psicólogo que se llama Xoan (privado) porque considero que aún hay cosas pendientes dentro de mí que quiero tratar con terapia y muchas veces no tienes por qué tener un trastorno como tal para acudir al psicólogo.
Entrevista a una persona con trastorno de ansiedad generalizado
P:¿Qué motivo crees que explican que hoy haya más casos de patologías como ansiedad y depresión que hace un par de décadas?
E.S: Creo que influyen dos factores, primero la visibilidad que están teniendo ahora las enfermedades de salud mental. Antes ir al psicólogo era un acto socialmente estigmatizado, quien iba al psicólogo era un loco, por ello no se le daba importancia a una persona que sentía que algo no iba bien en su interior. Por otro lado hemos vivido una pandemia y su respectiva cuarentena. Encerrar a las personas en sus casas supuso exponerlas a una situación crítica y se dispararon los casos de ansiedad y depresión.
P:¿Dirías que la pandemia ha sido determinante en tu problema?
E.S: Definitivamente sí, concretamente la cuarentena fue muy dura para mí. No podía recibir ayuda, no podía ni sabía cómo gestionar mis sentimientos y emociones.​
El caso de la sociedad con más problemas de salud mental en jóvenes: China
Testimonio de una estudiante china con depresión

"Mi pensamiento real es que no estoy segura hasta qué momento viviré, pues, a mi parecer, la actitud de mi vida es sencilla, no negativa ni pesimista, sino realista.
Cuando volví la vista atrás a mis amigos, compañeros, que estábamos en la misma línea de salida, me di cuenta de que todo el mundo tiene su meta. Para mí, no hago nada ni tengo ninguna gana de hacer algo.
Los recuerdos me dan un sentimiento muy molesto, nervioso y furioso, eso me hace alejarme de todo.
En comparación con la circunstancia de otros, siento envidia, y a menudo pienso que yo no sirvo para nada.
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Yo quiero dejar todo, incluso mi vida, pero mis amigos me convencieron que si abandonaba ahora mismo, algún día me arrepentiría.
Ya he hecho todo lo posible para ser considerada con todos. Todo es mi culpa, tengo un montón de problemas, lo sé…"
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Iniciativas
Ante esta problemática, tan tangible como preocupante, algunas organizaciones han puesto en marcha diferentes iniciativas con el mismo fin: mitigar esta pandemia y proteger a los jóvenes.
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Foto: Escucha Tu Mente

Foto: La Travesía de Elena
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Viatris con el plan “Escucha tu mente”, a través del cual ejecuta una serie de acciones que están destinadas a concienciar, visibilizar y desestigmatizar las enfermedades mentales.
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“La Travesía de Elena”, iniciativa del 2021 de Lundbeck, una empresa farmacéutica centrada exclusivamente en las enfermedades del cerebro. El proyecto fue creado a través de 500 testimonios de personas que padecieron depresión, permitiendo que los usuarios experimenten en primera persona las historias de los afectados.​
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“Moderna de Pueblo”, el perfil de Instagram gestionado por la ilustradora Raquel Córcoles, realizó una campaña a partir de la película española “Loco por ella” que trata los problemas de salud mental desde la comedia y el respeto. En su perfil de la red social Instagram se han generado publicaciones bajo el título “El estigma de la salud mental”, las cuales cuentan con la participación de la Confederación Salud Mental España, para “visibilizar las dificultades a las que se enfrentan las personas con este tipo de trastornos”.
El Servicio de atención psicológica de la Universidad de Santiago de Compostela
Una iniciativa pionera y eficaz es la del Servicio de atención psicológica de la Universidad de Santiago de Compostela. Entrevistamos a su coordinadora para que nos explique el panorama actual y cómo su unidad trabaja con respecto a la problemática que existe.​
Audiograma: entrevista a Ana López Durán
Recursos
Desde A tempo compartimos una guía de recursos útiles en caso de necesitar ayuda:
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Línea Llama a la Vida 024: se puede contactar las 24 horas del día, todos los días del año. Es gratuita, inmediata, confidencial y atendida por personas expertas para dar apoyo a personas con conductas suicidas y también a sus familiares y allegados.
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Confederación Salud Mental España: es una entidad sin ánimo de lucro y de interés social que surgió en 1983. Ofrecen un servicio de orientación sobre salud mental al que puede acceder quien lo necesite, además de un servicio de asesoría jurídica destinado a los que necesiten información y recomendaciones en este aspecto. Haciendo clic aquí puedes consultar las diferentes asociaciones a nivel nacional.
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Guía de autoayuda para la prevención del suicidio de la Comuna de Madrid.
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Ministerio de Sanidad: información sobre diversos temas de salud mental-
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Servicios de Emergencia a través del 112 (SAMUR, SUMMA): atención de emergencias a situaciones de riesgo inminente o tentativas de suicidio.
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Teléfono de la Esperanza: el objetivo de este servicio es abordar de forma gratuita, anónima y especializada las situaciones de crisis emocionales. ​
Atención de un profesional
En A Tempo contactamos con la psicóloga Ana Graña para consultar con ella las dudas más comunes en torno a la salud mental y el papel de los especialistas en ella:
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P: ¿La salud mental sigue tratándose como un tema tabú en la sociedad?
A.G: La salud mental todavía sigue siendo un tabú, probablemente por la falta de información. Aún existen diversos tabúes relacionados con la salud mental. Algunas personas aún piensan que solamente los “locos” precisan de psicólogos o de tratamientos psiquiátricos. Otra cuestión son los antidepresivos, pues existe una creencia generalizada de que estos medicamentos causan dependencia. Pero, en la mayoría de los casos, los medicamentos deben ser utilizados en situaciones que exigen cuidado y, con el tiempo, el paciente va disminuyendo la dosis y, después, termina el tratamiento. Actualmente, existen personas a las que no les gusta comentar que están en tratamiento psicológico. En mi experiencia profesional, la mayor resistencia está relacionada con la familia, principalmente cuando reciben el diagnóstico de que sus hijos tienen trastorno del Espectro Autista o Síndrome de Down. Eso pasa porque es un mundo desconocido para la mayoría de las personas, lo que produce miedo y sufrimiento psicológico. En esos casos, los familiares también precisan de tratamiento psicológico.
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P: ¿Qué razones cree que explican que la gente joven sea uno de los colectivos que más problemas de salud mental sufren en la actualidad?
A.G: Los jóvenes actualmente se enfrentan a muchas incertidumbres, como la falta de trabajo, que provoca vulnerabilidad económica y falta de autonomía financiera. Además, en general, los padres crean expectativas que los hijos no consiguen satisfacer, ya sea porque tienen sueños distintos o porque ese futuro idealizado es irreal para ese joven.
P: ¿Cómo tratan los profesionales a personas que sufren de ansiedad o depresión?
A.G: Depende de cómo lo aborde cada psicólogo. En mi forma de tratarlo, que es a través del psicoanálisis, nosotros procuramos, por medio de la escucha cualificada, auxiliar a la persona por medio de técnicas para reducir la ansiedad, como concentración en cuanto a la respiración, plena atención en el momento presente y foco en el ambiente seguro. Con el tiempo, vamos comprendiendo cuáles son los pensamientos que provocan la ansiedad y el paciente empieza a trabajarla. En los casos de depresión, me quedo atenta y a veces derivo al paciente al médico, porque la medicación puede ser un soporte necesario en ese momento. A lo largo de la terapia, considero que es importante fortalecer a la persona por medio de vínculos afectivos, acogiendo su sufrimiento y proponiendo algunas técnicas. Por ejemplo, después de despertarse, hacer algo en la cama que tenga inicio, intermedio y final, como beber un té, hacer estiramientos o echarse crema en el cuerpo. Es fundamental que la persona elija algo que le agrade. Las actividades físicas son recomendadas para salud mental, así como se informa solamente con asuntos leves a lo largo de los episodios de crisis.​

Foto: Equipo A Tempo
